¿Qué es el Protocolo de Kyoto?
Para responder a
la amenaza del cambio climático, la ONU aprobó en 1997 el Protocolo de Kyoto,
que fue ratificado por 156 países y, finalmente, rechazado por los mayores
contaminantes del mundo: Estados Unidos y Australia. El Protocolo establece el
objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en una media
del 5,2 por ciento con respecto a los niveles de 1990 para el año 2012. El
comercio de emisiones, el principal mecanismo para alcanzar esta meta, fue
impulsado por los Estados Unidos a raíz de la fuerte presión de las grandes
empresas. El acuerdo divide y privatiza la atmósfera como si fueran parcelas e
instituye un mecanismo de compra y venta de 'permisos de contaminación' como si
se tratara de una mercancía cualquiera.
¿Qué son los permisos de contaminación y cómo se comercia con ellos?
De acuerdo con el Protocolo de Kyoto, los 'contaminantes' son países que han aceptado unos objetivos para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero durante un período de tiempo predeterminado. Estos países son los que más contaminan, es decir, los que se suelen conocer como “desarrollados”. Estos países reciben entonces una serie de 'permisos de derechos de emisión', que serían equivalentes a sus niveles de emisión en 1990 más/menos su compromiso de reducción de emisiones. Estos permisos se calculan en unidades de dióxido de carbono, uno de los principales gases de efecto invernadero. Una tonelada de dióxido de carbono equivaldría a un permiso. Los permisos, en realidad, no son otra cosa que licencias para poder contaminar hasta los límites fijados por los acuerdos de Kyoto. Los países, posteriormente, asignan los permisos a las industrias más contaminantes de su territorio nacional, normalmente de forma gratuita. Con este sistema, el que contamina es recompensado.
Una vez disponen
de los permisos, las industrias pueden utilizarlos de varias formas:
1. Si la industria
contaminante no utiliza toda su asignación, puede guardarse los permisos para
el próximo período o vendérselos a otra industria contaminante en el mercado.
2. Si la industria
contaminante utiliza toda su asignación durante el período de tiempo fijado,
pero contamina más, debe comprar permisos a otra industria que no haya
utilizado toda su asignación.
3. La industria
contaminante puede invertir en programas para reducir la contaminación en otros
países o regiones y, de este modo, 'generar' créditos que después puede vender,
depositar o utilizar para compensar el déficit de la asignación original.
Los proyectos de
generación de créditos que se despliegan en un país que no tiene un objetivo
para reducir emisiones, que suelen ser países del llamado 'mundo en vías de
desarrollo', están cubiertos por el polémico Mecanismo para un desarrollo
limpio (MDL). Los proyectos que se ejecutan en países que sí cuentan con
objetivos de reducción se realizan según lo dispuesto por lo que se conoce como
Aplicación conjunta (AC).
Pero los árboles absorben dióxido de carbono y eso es positivo, ¿no?
Los árboles absorben dióxido de carbono, pero también lo liberan. Calcular con exactitud cuánto se absorbe y cuánto se libera durante la vida de un solo árbol ya es bastante complicado, pero intentar realizar estos cálculos con todo un bosque o una plantación de árboles es imposible. Se ha demostrado que los bosques vírgenes tienen una capacidad mucho mayor que las plantaciones de monocultivos para absorber mayor dióxido de carbono del emitido. Las plantaciones, además, tienen otros graves impactos sobre la biodiversidad, el clima y las comunidades cercanas que no quedan reflejados en los cálculos sobre reducción de emisiones.
¿Está Plantar en el mercado?
En 2001, Plantar
adquirió y puso en marcha plantaciones de eucalipto en grandes extensiones de
terreno de Felixlândia, Brasil, donde se filmó este documental, con el objetivo
de demostrar la ‘adicionalidad’ de las plantaciones (es decir, que las
plantaciones son algo añadido a sus operaciones habituales). Plantar intentó,
sin éxito, registrar tres veces sus plantaciones y procesos industriales en el
MDL para empezar a generar unos créditos de derechos de emisión muy lucrativos.
Anteriormente, su propuesta consistía en cultivar plantaciones de eucalipto que
se podrían utilizar para producir carbón y así evitar actividades mineras.
Finalmente, la junta ejecutiva del MDL aprobó en agosto de 2007 otra versión del proyecto de Plantar; esta vez, para reducir emisiones mediante la captura del metano generado con la quema en hornos del eucalipto para crear carbón para las fundiciones de hierro de Plantar. Este hierro se utiliza después para fabricar acero −el 60 por ciento destinado a la exportación− que se usa principalmente en la construcción de maquinaria y automóviles. Éste es sólo un ejemplo de los muchos que demuestran que muchas grandes industrias contaminantes están obteniendo beneficios y creándose una legitimidad medioambiental en el mercado internacional de emisiones a expensas de las comunidades locales. La resistencia local e internacional ante estos proyectos es de vital importancia para denunciar las injusticias perpetuadas con este comercio y su incapacidad para abordar la amenaza del cambio climático. La resistencia en Brasil y en el plano internacional ha servido para presionar a la ONU con el fin de que siga rechazando este tipo de solicitudes. Pero es necesario mantener esa presión para asegurarse de que no se acepte a empresas como Plantar y para poner en tela de juicio la eficacia del comercio de emisiones en la lucha contra el cambio climático.
Finalmente, la junta ejecutiva del MDL aprobó en agosto de 2007 otra versión del proyecto de Plantar; esta vez, para reducir emisiones mediante la captura del metano generado con la quema en hornos del eucalipto para crear carbón para las fundiciones de hierro de Plantar. Este hierro se utiliza después para fabricar acero −el 60 por ciento destinado a la exportación− que se usa principalmente en la construcción de maquinaria y automóviles. Éste es sólo un ejemplo de los muchos que demuestran que muchas grandes industrias contaminantes están obteniendo beneficios y creándose una legitimidad medioambiental en el mercado internacional de emisiones a expensas de las comunidades locales. La resistencia local e internacional ante estos proyectos es de vital importancia para denunciar las injusticias perpetuadas con este comercio y su incapacidad para abordar la amenaza del cambio climático. La resistencia en Brasil y en el plano internacional ha servido para presionar a la ONU con el fin de que siga rechazando este tipo de solicitudes. Pero es necesario mantener esa presión para asegurarse de que no se acepte a empresas como Plantar y para poner en tela de juicio la eficacia del comercio de emisiones en la lucha contra el cambio climático.
¿Qué tiene que ver en todo esto el Banco Mundial?
El Fondo Prototipo
del Carbono (PCF) del Banco Mundial, inaugurado en 2000, invierte el dinero de
empresas y gobiernos en proyectos concebidos para reducir las emisiones de
gases de efecto invernadero y generar créditos que después se puedan vender en
el mercado. El Banco se han convertido en el mayor intermediario público en la
adquisición de derechos de emisión, y está obteniendo sustanciosas comisiones
con la venta de los créditos generados por los proyectos. En 2002, el Banco
Mundial cerró un acuerdo para adquirir reducciones de emisiones del proyecto de
Plantar.
En aquel momento,
como el proyecto no había sido aceptado por el MDL, los créditos que se
generaban eran 'reducciones de emisiones voluntarias' (VER), que son emisiones
que sólo pueden utilizar empresas y personas físicas en el mercado voluntario.
Cuando un proyecto funciona plenamente de acuerdo con las disposiciones del
MDL, genera ‘reducciones de emisiones certificadas’ (CER), que son aquellas que
las empresas y los países pueden utilizar para medir el cumplimiento de los
objetivos de Kyoto. Las reducciones certificadas tienen mucha mayor demanda que
las voluntarias, y también alcanzan un precio muy superior en el mercado. Se
ejerció una importante presión para que el proyecto de Plantar fuera aceptado
por el MDL, de modo que generara más beneficios para Plantar y el Banco
Mundial.
El comercio de emisiones no es la solución al cambio climático
El comercio de
emisiones es un sutil método para aplazar los cambios que se deben realizar
para que la economía mundial reduzca sus emisiones. Estos cambios son, en
teoría, muy sencillos: reducir el consumo de energía, ir abandonando los
combustibles fósiles, y adoptar modelos equitativos y justos para la producción
y el consumo de energía. Pero en la práctica, estos cambios plantean un desafío
global que comporta un cambio social y político, y que atañe a cuestiones como derechos
territoriales, explotación neocolonial, comercio y relaciones entre Norte y
Sur. El Sur no es un vertedero para la contaminación del Norte. Es fundamental
reconstruir estas relaciones entre el Norte y el Sur y abordar la histórica
deuda ecológica. La incapacidad del Protocolo de Kyoto para abordar el cambio
climático es también un ejemplo de los problemas que padecen los procesos de
decisión democrática y un síntoma muy claro de las injusticias que inundan las
relaciones internacionales entre los pueblos. De este modo, el cambio climático
se puede contemplar como un marco a través del que afrontar un verdadero cambio
social.
Información subida por: Ruiz Gonzalez Nely
Fuente: http://www.carbontradewatch.org/